“Sentí mucha vergüenza por quedar embarazada la sexta vez porque siempre quise que mis hijos tuvieran el mismo padre”, reveló. “Pero cuando nació Jesalyn era tan inocente, preciosa y hermosa que toda la vergüenza se fue de inmediato. Ella era perfecta, dejó de importarme lo que pensara la gente”, relata.

Ella acepta que nunca podrá estar al día con la ropa sucia y el aseo: encuentra migas de galletas y pedazos de fideos por todos lados. Pero lo que realmente le importa es que cada hijo se sienta único y querido. Ese es su propósito, tener 12 hijos no es un problema, sino una bendición, pues a menudo tiene alguien con quien hablar y compartir: “Siempre hay ruido, dijo. “Pero es normal para nosotros. Soy capaz de controlarlo de alguna manera”. También está segura de que ya no quiere tener más hijos. Por eso, dice que ha cerrado la fábrica para siempre. “Somos más felices cuando estamos todos juntos. La vida es buena”, confiesa.

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