Este macho de la especie tortuga gigante de Pinta habitaba en las islas Galápagos, Ecuador, y fue el último representante de su subtipo. Científicos encontraron a George en 1972. Lo llevaron a la estación de investigación y durante varias décadas trataron de obtener descendencia de él, pero todos los esfuerzos fueron en vano.

Una débil esperanza apareció cuando después de realizarles pruebas genéticas a dos mil tortugas se encontró una novia, la cual tenía familiares comunes con George. Los científicos pensaron que los pequeños híbridos continuarían con el género de la tortuga gigante de Pinta. Pero los fetos en los huevos resultaron ser inviables.

George murió en 2012, sin dejar descendencia, y su triste historia inspiró al escritor Henry Nicholls para escribir el libro Lonesome George: The Life and Loves of the World’s Most Famous Tortoise.

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