Bella y Genial
Bella y Genial

Cómo vivían en la vida real las hermosas damas de las novelas sobre el rey Arturo

Si hay algo que todas sabemos sobre las películas basadas en la vida real, es que muchas cosas no son en realidad como se presentan en la pantalla. Esta vez nos vamos a enfocar en la Edad Media y las damas de esa época, cómo se veían, cómo vivían e incluso cuál era el estereotipo de ese entonces.

En Bella y Genial no nos quedamos con el “¿será que eso era así realmente?”, después de ver películas de época, así que investigamos cómo vivían en realidad las dueñas de los castillos y de los corazones de algunos caballeros.

Cómo se veían las hermosas damas

En la Edad Media se consideraban guapas las chicas esbeltas, rubias y con cabello ondulado. Los ojos grises se apreciaban por encima de todo. La forma ovalada del rostro estaba de moda y, para cumplir las normas, las damas se quitaban todos los vellos de su frente, incluyendo las cejas.

Era un procedimiento desagradable. En las raíces del cabello se aplicaba una mezcla corrosiva de oropimente y cal viva. Después de que se limpiaba la piel, en la frente colocaban distintas sustancias que obstaculizaban el crecimiento de los vellos: sangre de murciélago o de rana, jugo de cicuta o ceniza previamente mojada en vinagre.

Las damas nobles preferían la ropa de color azul: el símbolo de la pureza y la virginidad. Las damas inglesas se casaban con vestidos azules y esta costumbre se reflejó en la tradición de las bodas, según la cual la novia debe llevar consigo una prenda de este color.

Además, la vestimenta de la ama de un castillo era muy llamativa, porque los colorantes importados costaban demasiado y era cuestión de honor para cada rico mostrar que su dinero era suficiente para comprar costosos materiales. Las telas pálidas eran para los pobres, quienes usaban colorantes vegetales y no minerales.

La simbología del color tenía una gran importancia en la Edad Media. El color rojo podía significar el valor y la riqueza, y el verde, la ligereza en el amor, ya que como resultado de un “amorío libre”, en la ropa de una chica podían quedar manchas verdes por acostarse en la hierba. Por lo tanto, la famosa canción “Greensleeves” (“Mangas verdes”), que según cuenta la leyenda Enrique VIII de Inglaterra dedicó a Ana Bolena, su segunda esposa, podría no ser una declaración de amor, sino un insulto, porque las mangas verdes eran un atributo de la ropa de las cortesanas.

Administradora, enfermera, cazadora; así era la dama de ese entonces

Una de las obligaciones principales de una dama noble era mantener el hogar y controlar el trabajo de decenas de personas. Además, se suponía que la dueña de un castillo estaba versada en la elaboración de medicamentos básicos y podía brindar primeros auxilios por sí sola; también organizaba la vida en su hogar de tal manera que las personas a su alrededor estuvieran lo más seguras posible.

A principios del siglo XV, se publicó uno de los libros más difundidos de aquella época: La ciudad de las damas, de Christine de Pizan. Allí se describía a la dama perfecta. Según la autora, la dama tenía que ser “inteligente y valiente como un hombre”, “versada en asuntos militares para dar órdenes a su gente y proteger sus tierras en caso de un ataque”, ya que su cónyuge frecuentemente estaba fuera del castillo por participar en campañas militares. Además, la esposa de un señor feudal tenía que entender muy bien de agricultura, saber tejer e hilar. Pero pocas damas sabían bordar.

Al mismo tiempo, muchas mujeres nobles eran verdaderas diplomáticas y buscaban el camino de la reconciliación cuando sus cónyuges tenían conflictos con otros propietarios de tierras o cuando los vasallos expresaban su descontento con los señores. Además, una dama tenía que pagar el trabajo de los esclavos, dar regalos de parte de su esposo y ayudar a los ciudadanos, es decir, se encargaba por completo de las finanzas.

Cómo se divertían

Las damas nobles se divertían al igual que los hombres. Las mujeres de la alta sociedad pasaban mucho tiempo jugando ajedrez y otros juegos de mesa. Jugaban con pelotas al aire libre y en verano frecuentemente hacían picnics, pescaban, practicaban el tiro de arco con liebres, cazaban renos y jabalíes, y les gustaba la cetrería.

La afición a la caza significaba que las damas tenían grandes canes: mastines y perros de San Huberto, y no pequeños como el Spitz o el lebrel italiano. Para manejar a esos perros en el bosque, era necesario dominar el arte de tocar el cuerno: con su sonido podían darles órdenes bien determinadas.

Cómo eran la educación y la formación

La dama medieval tenía que saber leer y analizar en latín clásicos como Ovidio, Horacio, Esopo y Virgilio. Lo ideal era escribir reseñas acerca de sus obras, dominar el arte de la retórica y de la lógica, y además tener la capacidad de crear poemas. Y todo esto junto con conocimientos avanzados de la gramática.

El famoso clérigo parisino Fulberto de Chartres contrató a Pedro Abelardo, uno de los principales intelectuales de aquel tiempo, para que fuera maestro de su sobrina Eloísa. La princesa María Tudor, hija de Enrique VII de Inglaterra, a la edad de cuatro años, saludaba sin ayuda a los embajadores franceses y tocaba el clavecín para ellos.

La maternidad

Al mismo tiempo, la tarea principal de una dama era dar a luz. Las mujeres realizaban ritos para quedar embarazadas, y con diferentes supersticiones trataban de determinar el sexo del bebé. Si la futura mamá tenía ojeras inflamadas y caminaba rápido, entonces significaba que tendría una niña; si no tenía hinchazón y caminaba lento, entonces tendría un niño. Si ella caminaba apoyándose en los talones, entonces tendría un niño y si lo hacía con los dedos, entonces sería una niña.

En Inglaterra, el libro principal para las embarazadas era el Bald’s Leechbook, también conocido como Medicinale Anglicum, que contenía valiosos consejos. Por ejemplo, a las futuras mamás se les recomendaba no comer demasiados dulces, comida salada, grasosa ni beber alcohol, y se les prohibía montar a caballo. También había afirmaciones muy extrañas; por ejemplo, se decía que cuanto más difícil fuera el parto para una mujer, más lo disfrutaría.

En aquel entonces, una mujer tenía que descansar muy bien después del parto, ya que se consideraban “débiles, enfermas y sin fuerzas”. Las damas aparecían en público solo luego de una ceremonia de purificación, la cual se llevaba a cabo después de un mes del nacimiento de su bebé. Este ritual se consideraba una fiesta en honor a la joven mamá.

Muchos médicos respetables aconsejaban a las damas darle pecho a su bebé. Pero algunos autores consideraban que los primeros 14 días, este trabajo había que dejarlo en manos de las nodrizas, ya que según ellos, durante este tiempo la leche de la parturienta tenía pocos nutrientes. Además se creía que era necesario darle el pecho a una loba para que el flujo de leche no desapareciera. Sin embargo, en posteriores comentarios se aclaró que se podían utilizar cachorros de lobo.

A menudo las damas nobles no amamantaban a sus bebés. Y no solo porque fuera difícil para ellas o tuvieran flojera, sino para poder recuperar su capacidad de embarazarse en el menor tiempo posible.

Culto de la bella dama

En la Edad Media, casarse por amor, en especial entre los nobles, era muy raro. Además, los aristócratas aspiraban a reducir la cantidad de matrimonios para no dividir las parcelas entre sus hijos. Por eso, con mayor frecuencia, solo se casaba el hijo mayor y los demás permanecían solteros y sin terrenos.

Estos jóvenes servían a un señor feudal para subsistir y, para compensar la falta de sentimientos, luchaban por la atención de su esposa. Elevaban a la mujer a un estatus de Bella Dama, la obedecían en todo, creaban baladas en su honor y luchaban en su nombre en los torneos. Tales relaciones eran conocidas como “amor cortés”, y eran elogiadas en las novelas de caballeros que se hicieron populares entre los siglos XI y XV y que constituyeron la base de las percepciones modernas sobre la Edad Media.

El contenido de dichas novelas y baladas, dedicadas a las damas de su corazón, era muy emocional, por no decir frívolo; sin embargo, los señores feudales no percibían con seriedad este tipo de relaciones. El hecho es que la infidelidad conyugal estaba estrictamente prohibida, por eso, por lo general este tipo de amor era platónico. Una dama noble tenía la oportunidad de experimentar algunos sentimientos que no tenía en su matrimonio, y los amantes, de ganar una mejor posición gracias a la protección de la dama.

Los nobles se aficionaron tanto a este juego que incluso introdujeron sus propias reglas. Según Andrés el Capellán, el amor cortés tenía que ser secreto; no debía haber violencia; el matrimonio no era una razón para rechazar a un admirador; los celos eran un compañero obligatorio de los verdaderos sentimientos; un enamorado comía y dormía poco, lo que traía como consecuencia una palidez en su rostro.

Incluso existían tribunales de amor en los que las damas nobles le otorgaban una calificación a la conducta de sus enamorados, y esto contribuía a las decisiones que tenían que tomar. Por ejemplo, en uno de los tribunales consideraban incorrecto que una dama rechazara a un caballero que se preocupaba por ella solo porque estaba casada y quería mucho a su esposo.

Poco a poco, el amor cortés dejó de ser simplemente un juego y se convirtió en algo normal. Además, se transfirió a diferentes clases sociales y determinó el modelo de relación entre un hombre y una mujer en Europa Occidental, que aún existe hoy en día.

¿Cuál es la primera diferencia que se te ocurre al comparar las damas de la Edad Media y las de ahora?

Compartir este artículo