10 Consejos para evadir las trampas de los supermercados que te hacen derrochar el dinero
En los supermercados, los productos no están acomodados al azar ni mucho menos para beneficiar únicamente al cliente. Existen personas y programas expertos en decidir cómo se colocarán. Sus consignas son, entre otras, dejar más al alcance los artículos más viejos, orillarte a comprar los más caros y ponerte a la mano cosas que no necesitas, pero que se antojan. En resumen, buscan que gastes más sin que te des cuenta. Pero una compradora informada puede escapar fácilmente de estas trampas.
1. Primera y última hora: los productos más frescos
Siempre será mejor adquirir frutas y verduras en un mercado local, pero si quieres o necesitas comprarlos en el supermercado, te recomendamos que lo hagas o muy temprano (en un lapso de dos horas después de la apertura del lugar) o muy tarde (una hora antes de que cierre). Esto es porque las entregas de productos suelen realizarse antes de la apertura y poco antes del cierre. Al visitar el establecimiento en esos horarios, encontrarás mayor variedad y mejor calidad.
Eso sí, otro consejo con respecto a cuándo comprar alimentos frescos es: evita a toda costa hacerlo los domingos por la tarde. Por un lado, encontrarás demasiada gente (es un horario pico de los supermercados); por otro, los domingos no suelen hacerse entregas de productos, por lo que quizá no encuentres cosas tan frescas.
2. El pescado, solo envasado al vacío
Quienes saben de pescados y mariscos aconsejan no comprar estos últimos en supermercados, porque no podrían llegar hasta allí frescos. Si los compras, hazlo solo si se ofrecen sellados al vacío. No es aconsejable elegir los que están en bandeja de espuma de poliestireno porque, como los mariscos, es probable que no se hayan conservado frescos el tiempo que tardaron en distribuirse en los supermercados.
3. Dejar las tarjetas en casa
Un estudio publicado en Journal of Consumer Research (“Revista de investigación del consumidor”) rastreó los hábitos de compra de distintos hogares durante un período de 6 meses y llegó a una conclusión que puede que ya sospecháramos: los compradores que pagan en efectivo no solo gastan significativamente menos en sus compras de comestibles, también compran menos alimentos procesados y más artículos nutritivos que quienes optan por crédito o débito.
4. No confiar en lo que nos dice el paquete
Obviamente, todas las marcas quieren que compres su producto, así que la mayoría utilizan estrategias de publicidad que apuntan a llamar tu atención en los empaques. Aprovechan las tendencias de consumo y se ajustan a ellas. Es por eso por lo que hace algunos años veíamos productos light por todos lados, y actualmente abundan etiquetas que dicen “orgánico” o “sin gluten”. El problema es que, muchas veces, esas grandes inscripciones que vemos al frente del producto son ligeramente engañosas.
Por eso, una compradora informada no compra un artículo solo porque dice “sin azúcar añadido”, sino que voltea la caja y lee la etiqueta de información nutrimental. Al leer el etiquetado, podrías darte cuenta de que, aunque no le añaden azúcares, tiene muchos carbohidratos, o que las calorías que aporta desmienten lo que dice el paquete. Así que recuerda: nunca confíes del todo en las afirmaciones categóricas de las marcas.
5. Preferir el carrito en vez de la canasta
Es posible que alguna vez hayamos leído que recorrer un supermercado con una canasta es un método para no gastar de más, ya que, aparentemente, de esta forma nos limitaremos a comprar solo lo necesario. Sin embargo, distintas investigaciones sostienen que quienes eligen la canasta a la hora de hacer sus compras tienen más posibilidades no solo de derrochar dinero, sino también de comprar productos poco saludables.
Aparentemente, el esfuerzo de cargar una canasta nos hace más propensos a comprar rápidamente y solo aquello que está más a la vista y al alcance de nuestras manos. Además, un dato muy curioso: la incomodidad que genera la tensión en el brazo hace que las personas sean más propensas a elegir la gratificación instantánea que puede darles el consumo de caramelos, galletas y snacks como una especie de resarcimiento al esfuerzo.
6. Muchas veces, el producto congelado es la mejor opción
Existe una creencia muy instalada de que los productos frescos son siempre más saludables que los congelados. Sin embargo, con frecuencia, esto no es así. Ocurre con las frutas que no son de estación, las verduras, los granos e incluso el pescado: puede que hayan hecho un gran recorrido hasta llegar a la góndola donde ahora se exhiben aparentemente frescos y saludables.
A menudo, los alimentos se congelan en su punto máximo de frescura. Por ejemplo, los frutos rojos comienzan a perder nutrientes momentos después de ser recogidos, de modo que congelarlos ni bien se recolectan es la mejor forma de conservar todas sus propiedades. Luego de leer la etiqueta y asegurarnos de que no contengan sodio, azúcar o productos químicos, podremos estar tranquilos de ingerir un alimento rico en nutrientes y en el momento que queramos.
7. Para comprar, mejor los límites
Si visitamos un supermercado en un horario muy frecuentado, seguramente los pasillos del centro serán el lugar donde nos encontraremos con mayor concentración de gente; es allí donde solemos pasar más tiempo cuando vamos de compras. Pero el lugar que más deberíamos recorrer si queremos cuidar nuestra alimentación no está en los pasillos, sino en los perímetros exteriores de la tienda. Es allí donde encontraremos los alimentos más frescos y menos procesados: frutas, verduras, carnes, lácteos y panes.
En cambio, la mayoría de los alimentos de las góndolas centrales son procesados. Esto significa que tienen productos químicos que los mantienen estables y conservados lejos de las heladeras. Esto explica por qué, si queremos una alimentación saludable, mejor los bordes que el centro.
8. Bajar la mirada es una buena opción
El lugar donde se coloca cada artículo dentro de un supermercado no es de ningún modo azaroso. Detrás de cada góndola hay un experto en marketing que planificó la mejor forma de atraer la atención sobre algunos productos y de desviarla de otros. Le regla principal: “El nivel de los ojos es el de las compras”. Esto significa que es muy probable que los productos ubicados al nivel de los ojos se vendan mejor.
Si miramos con atención, no tardaremos en notar que las opciones más caras están en ese nivel, mientras que las marcas más económicas o menos conocidas están más arriba o abajo. Pero más caro no implica una mejor calidad, sino que simplemente significa que los fabricantes de esos productos costosos pudieron pagar el alto precio que les impone el supermercado para poder exhibirse allí y garantizar su venta.
9. No todo lo que brilla es oro
Las verduras exhibidas en bandejas, relucientes, perfectamente simétricas, cortadas y brillosas pueden resultarnos atractivas, pero una vez más, en este caso no debemos dejarnos llevar por las apariencias. El que estén exhibidas de esa forma puede deberse justamente a que quieren llamar nuestra atención. Quizá sean de calidad inferior o estén menos frescas.
Por el contrario, las frutas frescas y de primera calidad son las que suelen tener formas más irregulares y ligeras imperfecciones. Lo mejor siempre es poder tocarlas, olerlas y mirarlas. Por eso, no nos dejemos llevar por la tentación y alejémonos de aquellas que están en bandejas y parecen sonreír bajo la luz de los flashes.
10. Los últimos son los mejores
El sistema de almacenamiento de alimentos tiene una norma que siguen los comerciantes: ya sea que se trate de alimentos frescos, congelados o envasados, los artículos con fechas de caducidad más pronta se colocan al frente, y aquellos cuya fecha es más lejana se acomodan en la parte posterior de la góndola, que es más difícil de ver. Este es un modo de asegurarse de que los alimentos con fecha de caducidad más cercana se vendan primero.
Por eso, a la hora de elegir sobre todo lácteos, productos agrícolas y otros alimentos frescos, mejor alargar el brazo y buscar los que están “escondidos” en la segunda, tercera o cuarta fila.