Bella y Genial
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15 Reglas absurdas de etiqueta que las mujeres toleraron por casi 200 años

Durante la época victoriana estuvieron vigentes un montón de reglas “morales” que, aunque eran muy irritantes, se respetaban por la presión social. Incluso existían varias versiones de guías y libros dedicados a adiestrar a las mujeres acerca de cómo se suponía que tenían que comportarse para considerarse verdaderas “damas”.

1. Calladita te veías más bonita

“Es mejor decir muy poco que demasiado en compañía: deje que su conversación sea coherente con su sexo y su edad”.

Probablemente, el miedo a no decir lo apropiado fuera el impulso para crear esta regla, pero hoy en día estamos convencidos de que es mejor decir lo que se piensa, cuestionar lo que se duda y ser coherentes con lo que sentimos. Claro, sin herir los sentimientos de los demás.

2. La amistad con hombres estaba prohibida

“No mantenga amistades con hombres”.

Probablemente, mantener una relación amistosa con varios hombres habría sido motivo para dudar de la reputación de una dama. En cambio, ahora es común que en los grupos de amigos con quienes salimos se encuentren varones y mujeres por igual.

3. Las uñas debían estar cortas

“Mantenga sus uñas escrupulosamente limpias y evite el desagradable hábito de permitir que crezcan hasta una longitud poco natural”.

Hoy en día, sabemos que tener las uñas largas no es sinónimo de tenerlas sucias. Además, es posible que, al igual que nosotros, te preguntes cuál es la longitud “poco natural”. Lo cierto es que ahora existen un sinfín de procedimientos para lucir unas uñas largas de colores y muy bonitas, que en la época victoriana se habrían considerado “desagradables”.

4. Los hombres daban el primer paso

“No dejes que el amor comience de tu parte”.

Qué mal se veía que una dama se atreviera a dar el primer paso en cuestiones de amor. Ella “debía darse a desear” y no mostrar ningún tipo de interés que la hiciera ver como “necesitada de amor”. Hoy en día, eso nos parece algo ridículo, porque tanto hombres como mujeres tienen el derecho de amar y el suficiente poder para expresar y validar todo tipo de sentimientos que les surjan.

5. Tenías que cuidar tus relaciones sociales; de lo contrario, tu reputación se vería afectada

“Una dama no puede deshacerse de un conocido indebido con la misma facilidad con que puede hacerlo un caballero, y su persona se ve más fácilmente afectada por el contacto con los indignos y los disipados”.

Los prejuicios y la discriminación eran el estandarte de la época victoriana, así que una dama no debía siquiera conversar con alguien que no se considerara digno o que fuera de clase/etnia “inferior”; de lo contrario, su reputación se vería gravemente afectada. Sin embargo, esto no era así para los caballeros. Afortunadamente, en la actualidad somos más conscientes de que ni el aspecto ni el dinero definen la calidad de una persona.

6. No importaba lo que dijeras, solo debías ser complaciente y agradar

“Conversar consiste no tanto en decir algo diferente al resto, sino en extender los temas de conversación de los demás, en estar dispuesta a complacer y agradar, y en estar atenta a lo que se dice y a lo que pasa a tu alrededor”.

En la época victoriana, era digno de admiración invisibilizarte y hacer lo imposible para complacer y agradar, en eso consistían las relaciones sociales. Hoy creemos que es mejor ser auténticos aunque no podamos agradar a todos, y complacernos a nosotros mismos antes que a los demás.

7. A las mujeres no les “interesaban” temas como la ciencia

“Cuando los caballeros conversan con las damas, deben evitar temas como la política, la ciencia o los negocios y, en su lugar, elegir cuestiones que probablemente les interesen a las mujeres”.

En la época victoriana se daba por sentado que las mujeres no se interesaban por temas como la ciencia debido a su educación. Quizá fue así porque no les dieron la oportunidad, pero no podemos imaginar a una persona, hombre o mujer que no se asombre al hablar sobre la inmensidad del universo, por ejemplo. Ahora aceptamos e incluso defendemos que las mujeres puedan interesarse por todo tipo de temas, o por ninguno, si así lo desean.

8. La libertad estaba prohibida

“No seas demasiado libre”.

Nacer mujer era perder la libertad automáticamente durante la época victoriana, siempre atenidas a lo que los demás podrían decir y pensar sobre ellas, a las reglas de los padres y después a las del caballero que las desposara. Afortunadamente, las cosas han cambiado para el bien de todas las mujeres, pues ahora importan los deseos y las decisiones propias antes que los de las personas a nuestro alrededor.

9. La modestia era un adorno para la mujer

“Evite la pedantería y el dogmatismo. No sea obstinadamente positiva en la afirmación de sus opiniones: la modestia en el habla, así como en los modales, es muy ornamental en una mujer”.

Si una dama tenía los conocimientos y argumentos necesarios para debatir y defender sus opiniones, era mal vista, así que debía callar para no dejar ver ningún vestigio de “pedantería” y, en su lugar, mostrar modestia, porque era importante adornarse con ella. Actualmente, una mujer que defiende sus pensamientos y es capaz de recibir las opiniones de los demás demuestra fortaleza y determinación.

10. Una mujer se ganaba el respeto con su forma de expresarse

“El doble sentido es detestable en una mujer, especialmente cuando se comete en presencia de hombres; ningún varón de buen gusto puede respetar a una mujer culpable de ello: aunque pueda provocar una risa, inevitablemente también provocará disgusto en las mentes de todos aquellos cuyas buenas opiniones valga la pena adquirir”.

Actualmente, el doble sentido puede agradar o desagradar por igual, sin importar que venga de un hombre o de una mujer, pero la forma de expresarse no determina la cantidad de respeto que una persona merece. El respeto es una obligación que todos tenemos para con todos, no un derecho que podemos dar y quitar según creamos o nos convenga.

11. Mostrar que te divertías era inapropiado

“Es muy contrario a la buena educación reír en compañía, e incluso reír de buena gana cuando sucede algo divertido. Es preciso mantenerse remilgada en tales ocasiones para disimular. Evite lo que se llama la ’risa de caballo’”.

Mostrarse divertida o reírse era lo contrario a ser delicada, y en ningún momento una dama debía perder su delicadeza. Pero una risa auténtica en compañía de alguien es probablemente una de las mejores sensaciones incluidas en nuestra capacidad para sociabilizar, y hoy la entendemos como tal.

12. Aceptar una invitación a bailar dependía de si conocías al hombre o no

“Cuando un caballero que ha sido debidamente presentado solicita el honor de bailar contigo, no te negarás a menos que tengas un compromiso previo. Si uno pretende invitarte a bailar sin una presentación, por supuesto que te negarás”.

Nos es complicado imaginar a una mujer en una situación en la que se sienta obligada a bailar con alguien que no desea solo porque así está establecido en las normas de etiqueta. Por fortuna, en nuestros días el concepto de consentimiento está cobrando mucha fuerza. Las mujeres tienen todo el derecho de consentir o negarse a cualquier situación sin sentirse obligadas a nada.

13. No debías ser “masculina”

“Evite todo lo masculino”.

En la época victoriana estaba muy establecido y diferenciado todo lo que correspondía a las damas y a los caballeros. Nadie podía salirse de tales estatutos sin que su feminidad u hombría fueran cuestionadas, y qué terrible si eso sucedía. Hoy comprendemos que, por ejemplo, un pantalón no define el nivel de feminidad que una mujer posee, y estamos tan abiertos a las posibilidades que los estereotipos van desdibujándose poco a poco.

14. No debías expresar tu admiración por un evento o un espectáculo

“Cuando esté en conciertos o fiestas privadas donde se esté tocando música, nunca converse, no importa cuán ansiosa pueda estar por hacerlo, y absténgase de batir el tiempo, tararear los aires, aplaudir o hacer ridículos gestos de admiración”.

Intentemos visualizarnos en un concierto de nuestro artista favorito sin poder externar nuestras emociones, bailar, gritar o aplaudir; sería inmensamente aburrido y hasta frustrante. Ahora es imposible concebirnos de esa manera, porque los conciertos y las fiestas son espacios para liberar emociones y manifestar euforia.

15. Tenías que ser perfecta para ser respetada

“Mientras que el carácter de una joven se considera angelical, cualquier defecto en él quitaría el respeto que los hombres le tienen”.

Probablemente la peor de todas las normas era aquella que obligaba a las damas a ser perfectas; de lo contrario, no eran merecedoras del respeto de los caballeros. Actualmente aceptamos y validamos que la perfección no existe y somos conscientes de cuánto se puede sufrir tratando de alcanzarla. Hoy en día es mejor ser auténticos que perfectos, y eso no determina cuánto respeto mereces, porque lo mereces todo.

¿Qué opinas sobre estas reglas de antes? ¿Por qué crees que estuvieron vigentes durante tanto tiempo?

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