Quiénes son las “supermamás” y hasta dónde están dispuestas a llegar para criar hijos excelentes
La cultura japonesa es admirada en todo el mundo, entre otras cosas, por su disciplina. Aunque es un rasgo común en la mayor parte de la población, existe un estrato social alto en el que las mujeres prestan especial atención a la educación de sus hijos, en ocasiones de forma exagerada. A estas mujeres se les dice kyōiku mama, o supermamás para referirnos a ellas en este artículo.
En Bella y Genial quisimos saber un poco más del origen de ellas, así como sus rutinas y muchas más cosas interesantes acerca de cómo crían a sus pequeños de una manera bastante particular.
Qué hace a las supermamás japonesas diferentes al resto
En una época, en la prensa causó mucho ruido el libro de Ryoko Sato Juken wa Hahaoya ga Kyu-wari (el nombre se puede traducir como “Prueba de maternidad aprobada al 90 %”). Su autora contó honestamente sobre cómo logró criar a sus 4 niños. En resumen, Ryoko Sato siguió estas reglas:
- nada de romance con su esposo;
- cada minuto libre se le dedica a los niños;
- a los niños se les prohíbe enamorarse.
Como resultado, los cuatro ingresaron a la Universidad de Tokio, la mejor del país, y se convirtieron en médicos exitosos. Eso sí, en el libro no se hace mención del estado mental y emocional de los hijos, el esposo y la madre.
Los niños japoneses se preparan para la vida profesional desde el kínder
En Japón todos los niños son considerados igualmente dotados, nadie divide a los estudiantes en fuertes y débiles. Todo niño sabe que, si algo no le sale, debe hacerlo de nuevo, entonces le saldrá. Esta afirmación incluso se aprende en las clases.
Los valores que la escuela inculca en el niño son apoyados activamente por la familia. Los lazos familiares son muy fuertes en Japón. Tradicionalmente, los roles se distribuyen de una manera bastante predecible:
- el padre proporciona estabilidad financiera;
- la madre se dedica a la casa y cuida a los niños.
Si los padres pueden pagarlo, entonces eligen el mejor jardín de infantes para, más tarde, llegar a la mejor escuela, y de allí a la mejor universidad. Por lo general, quien se ocupa de la colocación del niño en todas estas instituciones educativas es la madre. Ella no solo lo obliga a estudiar, sino que también hace la tarea por él, le proporciona un ambiente de estudio ideal en la casa y, por supuesto, lo acostumbra a la disciplina.
A veces, los hijos de esta clase de madres son llamados “chihuahuas”: las mujeres los llevan en brazos, les hacen cariños y los entrenan. Es perfectamente normal que una madre así le lea un libro en 4 idiomas diferentes a un niño de seis meses o le explique el funcionamiento de un avión.
Para las supermamás, los hijos varones son la prioridad
La expresión kyōiku mama generalmente contiene cierta calificación peyorativa. Es un retrato estereotípico de una madre en la cultura japonesa. Ella vigila al niño continuamente para que llegue a la escuela y luego regrese a casa; lo hace estudiar, incluso si sabe que con eso perjudica su salud física o psicológica.
La supermamá es uno de los personajes menos queridos en la cultura pop del Japón moderno. Como regla general, se compara a una madre así con una madre estadounidense que a toda costa intenta meter a un niño en Hollywood: lo lleva a desfiles de moda desde la primera infancia, y no tiene en cuenta sus deseos y aspiraciones. A pesar de la condena pública a las supermamás, otras mujeres suelen envidiar los éxitos de sus hijos.
En contraparte, la obsesión por el aprendizaje no se aplica a las hijas: se les permite ir a estudiar donde quieran. Muchas madres ni siquiera saben los nombres de sus universidades, porque no les interesa. Pero los muchachos no tienen tanta libertad. Para ellos, elegir una institución educativa es casi una elección entre la vida y la muerte.
Curiosamente, entre los padres no surge ese deseo de convertir a sus hijos en niños prodigio. La razón más probable es que simplemente no tienen tiempo, porque están enfocados en el trabajo.
Para inscribir a un niño en una escuela prestigiosa, los padres están dispuestos a muchas cosas
Las supermamás viven en zonas urbanas para los ricos y pertenecen a la clase media-alta. Miran programas de televisión familiares, compran revistas y productos para madres. Como resultado, una mujer toma a su descendencia demasiado en serio.
Los japoneses generalmente describen el tiempo libre de esas madres así: “comer y dormir un poco”. A tal grado llegan, que a las supermamás a veces se les dice madzillas (de las palabras “madre” y “godzilla”) o mamagones (de las palabras “mamá” y “dragón”).
Para darle una buena educación a su descendencia, algunos padres recurren a métodos “poco honestos”. Por ejemplo, el dueño de un restaurante trató de dar un soborno por un monto de 95 mil USD para que su hijo ingresara en la guardería más prestigiosa del país.
Este kínder se llama Aoyama Gakuin. Cada año se aceptan solo 40 niños, y hay más de 2 000 solicitantes. Las pruebas que los niños deben aprobar antes de ingresar allí son extremadamente difíciles.
Los niños son controlados desde el nacimiento hasta la admisión a la universidad
El escritorio de estudio que compran la mayoría de los padres para sus hijos suele ser especial: barreras enfrente y a los lados para eliminar las distracciones, lámpara de estudio incorporada, estantes, un reloj, un sacapuntas eléctrico y una calculadora. El modelo más popular incluye un botón que se conecta a un timbre en la cocina para pedir ayuda a la madre o un refrigerio.
Además, para que sus hijos estén preparados lo mejor posible, las supermamás los envían a escuelas intensivas, donde pasan todo el día e incluso se quedan hasta las 10 u 11 de la noche estudiando.
La mayoría de los que aspirantes a una universidad de élite llegan a la ciudad con sus madres. Estas últimas se quedan en un hotel y viven allí todo el tiempo mientras se realizan los exámenes. Muchas de ellas literalmente llevan a los hijos a la universidad de la mano, los acompañan hasta el aula correcta, y luego se sientan en el vestíbulo a esperar a que su hijo salga del examen.
En caso de fracaso, una supermamá preferirá esperar otro año, o incluso varios años, para intentarlo de nuevo, antes que permitir que su hijo estudie en una universidad de “segunda categoría”.
¿Qué esfuerzos consideras que son razonables para conseguir la mejor educación para los hijos?