Bella y Genial
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15+ Aventuras locas vivenciadas por pasajeros de tren durante sus viajes

Los trenes tienen un encanto especial, que los hace diferentes a otros medios de transporte. Son más elegantes que los autobuses y menos comerciales que los aviones, pero en última instancia, son un espacio compartido con personas de todo tipo. Es indudable que cuando varios personajes se suben al tren, suceden historias tan increíbles que nos hacen preguntar “¿Cómo es posible que esto sea real?”.

“Mi nuevo amigo en el tren”

  • Una mujer que está conmigo en el tren dice por teléfono que está viajando a X ciudad. Pero yo estoy viajando a una ciudad que queda en el lado opuesto. Qué situación interesante. © AndrewDoronin / Twitter
  • Mientras me relajaba en el vagón de turismo (con techo de cristal), me quedé dormido y me despertó un niño haciéndome cosquillas en el pie derecho con un bolígrafo. Yo me había quitado los zapatos, pero cuando me desperté, también mis calcetines habían desaparecido. La hermana mayor del niño me había pintado las uñas del pie izquierdo y estaba a punto de pintar las del derecho. Oí a los pasajeros que pasaban por allí reírse al ver mis uñas pintadas. Sus padres se disculparon y se ofrecieron a limpiarme los pies y quitarme el esmalte, pero me negué. Me puse los calcetines y los zapatos, volví a los vagones de cercanías y tomé asiento. © Michael Fairgate / Quora
  • Hace mucho tiempo, cuando estudiaba en la universidad, estaba viajando a casa para las vacaciones. Junto a mí viajaban unos soldados desmovilizados. En su mayoría dormían, pero luego se sentaron a comer. Tenían pan, guiso y leche condensada en latas. Pero no tenían un abrelatas, solo un cuchillo común. Resultó que ninguno de ellos sabía cómo abrir una lata sin un abrelatas. Uno tomó el cuchillo, lo clavó en la lata y comenzó a escarbarla, pero simplemente no funcionaba. Observé la situación durante un rato, luego ya no pude soportarlo y dije:
    —¡Dámelo, no puedo seguir viendo esto!
    Me miraron con gran duda, porque era una nerd delgada y con lentes. Tomé el cuchillo, lo clavé en la tapa de un golpe y en 5 segundos la abrí, y luego las otras. En pocas palabras, hasta el final del viaje (y quedaban unas 32 horas) gocé de gran respeto, se dirigían a mí exclusivamente de “usted” y me preguntaban si quería un poco de té. Y sigo abriendo las latas así hasta el día de hoy si el abrelatas se ha perdido en alguna parte. © Ksaverija / AdMe
  • Antes, para no tener que hablar en los trenes, me ponía auriculares. Pero no siempre escuchaba música. Era divertido ver cómo la gente a veces comenzaba a hablar de mí en mi presencia. Una vez una mujer viajaba cerca de mí con su hijo:
    —Mira, qué chica tan hermosa, mejor que tu traidora Cata. Y tiene cara de inteligente. Vamos a la misma ciudad, lo que significa que vive allí. ¿Por qué no conversas con ella?
    —Mamá, tiene un anillo en el dedo anular.
    —Pero nunca se sabe, es blanco y con una piedra.
    Entonces intervine:
    —No, su hijo no se equivocó, realmente estoy casada.
    Dos horas de silencio. © Julia-Piliulia / AdMe
  • Mi madre, una mujer en edad de jubilación, viajó en tren durante 27 horas, y su lugar estaba en la litera superior. Las de abajo estaban ocupadas por dos chicos jóvenes, unos tipos rudos. Le ofrecieron pasar a la ubicación de abajo, a lo que ella respondió que su litera era dos veces más barata y que dormiría arriba.
    Al principio los hombres guardaron silencio, pero luego comenzaron a persuadirla:
    —Estoy muy delgado, puedo hacer 20 flexiones, no me cuesta nada subir.
    Mi madre, astutamente:
    —Bueno, tampoco se puede decir que yo sea gorda. Y vieja tampoco. Soy joven y rápida.
    El hombre:
    —El aire acondicionado sopla fuerte allí, es perfecto para mí, pero usted puede tener frío.
    —Soy de una ciudad muy fría, no les tengo miedo a las heladas.
    —¿Y si el tren da un sacudón? Podría golpearse.
    —Tengo buena absorción de impactos subcutáneos, mira todos estos kilos.
    El hombre perdió la paciencia:
    —¿Por qué vulnera el orgullo masculino? Siéntese abajo, señora, déjenos ser corteses. ¡No discuta!
    Después de eso ella bajó, e incluso la ayudaron con sus cosas. © SamiSUsamii / Pikabu

Lo que pasa cuando una persona con humor viaja con su mascota

  • Estaba volviendo en tren desde la casa de mis padres. Se tarda un día en llegar hasta mi casa. Un chico viajaba conmigo, tuvimos una linda conversación sobre coleccionismo (en ese momento yo coleccionaba todo tipo de ardillas: de juguete, imanes, dibujos, etc.). El chico bajó en una ciudad intermedia, donde el tren realizaba una parada de unos 40 minutos. Yo estaba de pie en la plataforma, y ​​de repente este chico regresó con una ardilla de juguete en las manos, me la dio y se fue. No intercambiamos números de teléfono ni nada, solo la trajo y me la regaló. Fue muy lindo. Todavía conservo esa ardilla. © monterrey / Diary
  • Viajé en tren solo una vez. En ese entonces era pequeño. Todo se tambaleaba y gemía, y yo pensaba que todo se derrumbaría, que nos caeríamos debajo del tren y nos aplastaría. Pero ahora que trabajo en una planta de reparación de locomotoras diésel, puedo decir con confianza: definitivamente algo de allí se caerá en el camino. © Oídoporahí / Vk
  • Una mujer entró con una “enorme” bolsa de papel y se sentó para ocupar un lado por sí sola, luego comenzó a sacar lentamente toda su comida y a colocarla ordenadamente en el largo asiento de enfrente con servilletas y todo como si fuera una mesa. Sacó los frascos de ketchup, la salsa de curry, la mayonesa, luego 3 patatas fritas grandes, una caja de alitas de pollo, seguidas de 2 mazorcas de maíz y otros trozos de comida. Todo muy bien distribuido por todo el asiento. Cuando el tren se puso en marcha, se colocó una servilleta grande en la camisa y comenzó la gigantesca tarea de devorar todo, sin preocuparse por los demás pasajeros del tren. © Nishchal Patel / Quora
  • Cuando mi hija y yo viajamos a Francia en 2009, debíamos tomar el tren de Dijon a París. Hubo una avería en las vías en algún punto de la línea, así que nos subieron a un autobús y tomamos caminos rurales hasta la siguiente estación. Lo sorprendente fue que vimos muchas cosas bonitas, entre ellas un castillo con un foso que lo rodeaba. El castillo estaba lo suficientemente cerca de la carretera como para que pudiéramos verlo y ver el foso con detalle. Así pues, lo que empezó como un gran inconveniente terminó en un agradable viaje extra. © Kathy Pennell / Quora
  • Mi amiga estaba viajando de Mumbai a Delhi. Ella y su compañero de cabina tenían la misma maleta. A la mañana siguiente (aun viajando) se levantó tarde, desayunó y esperó a que el tren arribara a su destino. Cuando estaban a punto de llegar, sacó su equipaje para empacar sus pertenencias. Cuando la abrió, se sorprendió al ver que la bolsa no era la suya. Otro pasajero le dijo que un hombre con una maleta igual había bajado en Jaipur. Estaba sorprendida, confundida, y sin ideas. De alguna manera se las arregló para conseguir su número y se puso en contacto con él. Era una persona agradable que, por error, cogió su valija. Vino de Jaipur a Delhi para devolvérsela y llevarse la suya. © Ila Verma / Quora

“Me pareció”

  • Esta historia sucedió hace unos 9 o 10 años. En ese momento yo alquilaba una habitación en un departamento de 3 cuartos. Mi vecina tenía que viajar urgentemente a otra ciudad para resolver un problema de vivienda. Pero olvidó un documento importante que necesitaba tener la mañana siguiente. Por la noche, su novio y yo fuimos a la estación de tren para enviarle ese documento. Pero ninguno de los conductores, maquinistas y pasajeros aceptó llevar una hoja A4. Faltaban literalmente 5 minutos para la salida del tren, y vimos a un joven caminando hacia nosotros. Le pregunté sin mucha esperanza:
    —Amigo, ¿viajas a X ciudad? Ayúdame, lleva esta hoja.
    —Ok, no hay problema —dijo él inesperadamente.
    Y mientras mi compañero le dictaba el número de la chica que lo recibiría, le preguntó si actuaba en películas. ¡Y sí, resultó ser un famoso actor local! Por la mañana lo recibió una delegación de chicas con flores, pero nosotros, por supuesto, al principio no creímos que había sido él quien nos había ayudado. © ekxtopol / Pikabu
  • Una vez hice un viaje largo en tren. En mi compartimento viajaba una familia: mamá, papá e hijo, de unos 5 años. El niño se portaba bien, obedecía a sus padres, no molestaba mucho. Pero en una parada, su padre le compró una flauta. Inmediatamente pensé que estaría tocando la flauta durante un gran y doloroso tiempo. La tocaba y lo disfrutaba. Sus padres lo regañaban, él se detenía, pero la flauta lo llamaba. Tocaba despacito en secreto. La flauta estaba cubierta de saliva, pero él la seguía tocando. Luego, el tren se detuvo y la familia salió al andén. Sin una sombra de duda, tiré la flauta por la ventana. Cuando volvieron, el niño empezó a buscarla. Intercambié miradas con su padre y él asintió con la cabeza significativamente. © Papamio / Pikabu
  • A principios de los 90, mi hermana estudiante y su amiga estaban viajando en tren a casa para las vacaciones. No tenían comida ni dinero, y les faltaban 2 días para llegar. Todo lo que les quedaba era ver a los compañeros de viaje de las literas de abajo comer. En una estación, estas personas se bajaron, ¡y un paquete completo de empanadas quedó sobre la mesa! Las chicas esperaron a que el tren arrancara, corrieron hacia el paquete y comenzaron a comer felizmente. Y entonces, desde una litera lateral, una mujer dijo con voz tranquila:
    —¡Coman, chicas, coman! Son mis empanadas.
    En ese momento, mi hermana, más que nunca, quería que se la tragara la tierra. © anchutka01 / Pikabu
  • Estaba viajando en tren. Era medianoche. El vagón era de clase económica. Yo estaba acostada en una litera inferior, cubierta con una sábana hasta los ojos. Una joven subió en una estación intermedia. La chica acomodó sus maletas, se sentó en la otra litera inferior y me hizo una pregunta brillante:
    —Dime, ¿eres mujer?
    —Sí.
    —Qué bueno. Da miedo viajar con hombres.
    En la litera superior viajaba un hombre que no dormía y había escuchado el diálogo. Después de una pausa, desde arriba se escuchó:
    —¿Por qué?
    La chica cambió una docena de expresiones faciales:
    —Bueno... ¡porque son hombres!
    A este argumento, recibió la siguiente respuesta:
    —Lo siento, se dio así, no fue a propósito. © Dherlirna / Pikabu

¿Cuál es la anécdota más extraña que tienes de un viaje?

Imagen de portada Dherlirna / Pikabu
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