17 Historias de maestros que tenían a sus alumnos en la mira
Muchos dicen que la escuela nos ayuda a prepararnos para el futuro. Por lo tanto, es común tener maestros que parecen estar en contra nuestra, haciéndonos la vida más difícil con regaños y malas calificaciones. La buena noticia es que cuando llegamos a la edad adulta ya estamos acostumbrados a lidiar con personas que no son muy amables y podemos convertir estos recuerdos en historias divertidas para contar.
- Era el último año de secundaria. Trabajaba de día y de noche iba a clases. Me tuve que operar de un pecho así que todos los viernes tenía control con el médico y faltaba. Justo ese día tocaba la clase de inglés y por mas que entregué todos los trabajos, como no fui las últimas clases de cierre, la profesora me la hizo llevar y no me aprobó ni en diciembre ni en febrero. Tuve que volver a rendir la materia años más tarde. © Tatiana Pollarolo / Facebook
- Mi hija reprobó matemáticas a pesar de ir a un tutor particular. Resultó que la profesora de matemáticas llamada Aldana no le corregía los ejercicios, solamente le ponía desaprobado. Después de mucho tiempo de no saber qué más hacer, en una de las aulas donde mi hija estaba dando el examen de matemáticas había otra profesora que revisó uno de sus test y corroboró que las respuestas estaban bien, incluso después de que Aldana ya le había dicho que estaba desaprobada. © Karen Carruega / Facebook
- Mi profesora de matemáticas de la primaria, había estado locamente enamorada de mi papá. Pero para mi papá ella fue una persona insoportable, por eso nunca salieron. Todo el tiempo que estuve en su clase nunca saqué buena nota, incluso casi me reprueba. Hasta que mi mamá fue hablar con ella, y le dijo: “si le sigues poniendo notas incorrecta a mi hija por tu venganza, te voy a quitar el título de profesora”. © Denisse Cruz Guevara / Facebook
- Cuando estaba en cuarto año, tuve un profesor llamado Ovidio, y siempre fue muy formal con mi mamá, hasta que se ensañó conmigo en los exámenes y siempre me ponía mala nota. Por suerte, mi mamá los revisaba y fue a hacer el reclamo. Me subieron las notas, y más adelante me enteré de que ellos habían estudiado juntos y él gustaba de mi mamá, pero ella lo rechazó. Esa era su forma de vengarse. © Dianita Sanchez / Facebook
- Era muy buena alumna y muy tranquila en la secundaria, logré obtener un buen promedio y estar en el cuadro de honor. Iba a una escuela de mujeres solamente y teníamos un profesor de educación física que, cuando seleccionaron a las alumnas para la escolta, pensó que yo era de muy baja estatura para estar ahí. Al final fui escolta, pero me creó tanta inseguridad en mí misma que tuve que pelear con ello durante muchos años. Además, había un gran grupo de alumnas que eran mis compañeras, y entre ellas y él siempre hablaban de mí hasta tal grado que me quedé sin amigas. Me refugié en mis libros y terminé la secundaria. Hasta el día de hoy, no logro comprender por qué esa antipatía conmigo, cuando el resto de los profesores sí me querían, y aún hoy tengo contacto con algunos de ellos. © Mila Fran / Facebook
- En la primaria tenía la materia Actividades Prácticas. La maestra siempre me decía que los trabajos me los hacía mi mamá, porque eran muy prolijos. La verdad era que siempre tuve habilidad para las manualidades y el dibujo, pero ella no me creía y me ponía nota baja. Un día hicimos un trabajo en clase, vio el mío y solo me puso un seis; nunca una nota más alta. Le dije a mi profesora de curso que ella decía que yo no hacía mis trabajos y ella le habló, le dijo que sí los hacía. Es más, mis dibujos eran los elegidos para la exposición de dibujo todos los años. Y aun así, jamás me puso una nota alta. Cuando no te quieren, usan en tu contra las notas. Amo hacer manualidades, nunca dejé de hacerlas hasta el día de hoy, que tengo 39 años. © Romina Rd / Facebook
- La profesora de matemáticas, que también era mi tutora, nos preguntó a qué nos queríamos dedicar cuando fuéramos adultos. En aquel momento yo estaba empecinada con el periodismo, y al decírselo a la profesora, me dijo: “¿Cómo vas a dedicarte al periodismo con lo mal que se te dan las matemáticas? Imagina que tienes que dar una noticia de matemáticas, no podrías”. Definitivamente, con mis 13 años, me quitó la idea de ser periodista. En bachiller, a mí y a otra compañera, nos decían que no nos presentáramos a selectividad, que íbamos a dejar muy mal al instituto. Nos presentamos y aprobamos, y volví con mi nota. No fue muy alta, pero lo justo para poder hacer la carrera que quería y terminarla. © Sandra Niza / Facebook
- En tercero de secundaria, al iniciar el año nos tocó un maestro de matemáticas ya adulto mayor, que entraba a clases, se sentaba y nos ponía a realizar ejercicios matemáticos. Durante el tiempo que tardábamos en resolverlos, se dormía profundamente. Como yo era el jefe de grupo, mis compañeros me hostigaron para que fuéramos a acusarlo a la dirección y pedir su cambio; así lo hicimos, y lo cambiaron. Días después, al entrar al taller de electrónica, cuál fue mi sorpresa al verlo ahí dándonos la clase. Nunca me calificó bien, aunque me esforzara, y al final reprobé la materia. La presenté como seis veces y no lograba pasarla. Cuando le pregunté por qué me reprobaba, me dijo: “¿Te acuerdas cuando, con tu grupo, me acusaste? Mientras yo esté aquí, nunca vas a pasar tu examen”. Y así fue, pasé la materia cuando él ya no estaba en esa escuela. Grandes recuerdos que marcan nuestra vida. © Juan Mateo Juarez Gonzalez / Reddit
- Cuando estaba en 4to grado, llevé a la escuela un pancito dulce que había hecho en casa para la colación. Pero cuando llegué vi que mi profesora no llevó para su desayuno así que le regalé mi pancito (yo en ese tiempo era bastante pobre, pasaba mucha necesidad en casa). Se lo di con todo mi amor, dejando de lado mi hambre. Pero al terminar la jornada de clases, me tocó vaciar el basurero y, entre la basura, encontré mi pancito. ¡Mi profesora había tirado lo que con tanto amor le había regalado! Me dolió mucho y hasta el día de hoy ese recuerdo me duele. © Pamy Palma / Facebook
- Cuando terminé la carrera de Ingeniera en computación. Fabriqué un robot submarino controlado remotamente con un microprocesador. El submarino tomaba video y tenía un brazo robótico. Alcanzó los 250 mts de profundidad. Todo esto en el año 1993. Pero no gané el premio a mejor tesis. En cambio, se la dieron al hijo de un maestro que entregó algo que compró en “Radioshack”. La justificación fue que él la necesitaba más que yo. Ahora él trabaja en Motorola y yo: sin empleo. © Carlos Pérez Franco / Facebook
- A mí me tocó una profesora de química en la universidad que se molestó porque pude responder todo su examen (ella no sabía que yo venía de estudiar la carrera de química en otra facultad, pero al elegir otra carrera no quise validar las materias, quise ver todo por si enseñaban algo más). Así que no me puso un diez, me puso ocho. Le pregunté por qué, me dijo que era imposible que yo sacara diez sin copiar. Le dije que podía repetir el examen frente a ella, pero no quiso, simplemente me dijo que, aunque no me había visto, sabía que yo había hecho trampa y por eso no me ponía el diez. Cuando le confesé que yo había estudiado en la facultad de química, me torció la boca y me dijo clarito: “Conmigo no pasas”. Y no me podía quejar porque a la señora hasta las autoridades le temían. Lo único que pude hacer fue pedir que, por favor, pusieran a otro profesor porque éramos demasiados alumnos para una sola maestra; y en eso sí pudieron ayudar. Tomé la materia con el otro profesor, que resultó ser muchísimo mejor maestro de química. Venía de la facultad donde yo había estudiado, un excelente docente, y así pasé mi materia. © Usagy Cheito / Facebook
- Mis maestros jamás me dijeron nada malo, o eso suponía hasta que fui a visitar a mis papás y salimos a tomar un helado (vale decir que yo estaba ya recibida de periodista y trabajaba en un canal importante de Buenos Aires). Me vieron y me saludaron muy atentas y alegres, preguntaron qué era de mi vida, ya que no me veían por el pueblo. Les conté mi historia resumida, y ambas sorprendidas me dijeron: “Mira a la que nunca iba a llegar a nada y se llenaría de hijos”. Casi me muero. Les agradecí y solo les pedí que, por favor, jamás le dijeran a un niño que no sería nada. © Anabela Yanina Oyola / Facebook
¿Cómo fue tu vida cuando eras estudiante?
Imagen de portada Dianita Sanchez / Facebook
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