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20+ Historias en taxis que dejaron un agridulce recuerdo

Los taxistas son como amigos del camino en quienes podemos confiar. Algunas veces escuchan nuestras preocupaciones, otras nos aconsejan y de vez en cuando nos sacan una carcajada. Sea como sea, un viaje nunca es igual al anterior y muchas cosas pueden pasar en un mismo día.

En Bella y Genial recopilamos algunas historias de taxistas que merecen 5 estrellas, ya sea por su excelente servicio o por una anécdota increíble digna de contarse.

Las divertidas coincidencias no son una rareza

  • Tomé un taxi desde el metro hacia mi casa. Por estar mirando el navegador, al conductor se le pasó la entrada. Se dio cuenta, lo resolvió rápido y me llevó a casa. Resultó ser mi vecino. Vivimos a una casa de distancia.
  • Mi novia y yo nos fuimos en taxi a la ceremonia de graduación. Aclaramos la dirección y tuvimos el siguiente diálogo con el taxista:
    — ¿Van a casarse?
    — No, vamos por nuestros diplomas.
    — ¿Qué estudiaron?
    — Derecho.
    — Oh, yo también estudié Derecho.
    Después hubo una pausa incómoda.

Los conductores también tienen historias igual de curiosas

  • Acepté mi último viaje, y tuve suerte, ya que el destino final era el edificio donde yo vivía. La pasajera era mi vecina y fue callada todo el camino. Cuando llegamos, ella me dijo que subiría por el dinero porque no tenía efectivo. Pasaron 10 minutos y no salía. Fui hasta su departamento y ella abrió sorprendida:
    — ¿Cómo me encontró?
    — Soy su vecino.
    — ¿Desde hace cuánto?
    — Desde hace 13 años.
    Al final, me dio 2 USD de más como compensación.

  • Recibí una llamada por la noche para llevar a alguien a la estación de tren. Una mujer con un bolso me estaba esperando, bajé y abrí la puerta delantera, pero ella me ignoró y se sentó en la parte de atrás. No le dije ni una sola palabra y todo el camino fui callado. Cerca de la estación de tren, comenzó a salir la luz del día y vi que en la parte de atrás solo iba su bolso. Resultó ser que la mujer había abierto la puerta de atrás para colocar su bolso y sentarse adelante. Tuve que regresar por ella, logramos llegar antes de que saliera el tren. Por supuesto, no le cobré nada.

  • Viaje habitual: 3 abuelitas se subieron al auto y tenía que llevarlas a sus casas. La abuelita que estaba sentada adelante me dio 8 USD y me dijo que le diera el cambio a la abuelita Valeria, la última en bajar. Cuando llegamos, ella bajó rápidamente diciéndome: “Ahora regreso”, pero desapareció. Resultó que ella no escuchó lo que su amiga dijo y se fue sin que le diera su cambio. Entonces, me bajé y fui a tocarle la puerta. Me abrió y se portó muy grosera. A final de cuentas, quedé debiéndole 3 USD.

  • El fin de semana, fui con mis amigos a la ciudad vecina. De camino, acepté una solicitud para llevar a un pasajero. Se subió una mujer de mediana edad. Íbamos hablando, pero cuando ella se enteró de que iba con mis amigos y había aceptado su solicitud de viaje de camino a mi destino, cambió por completo. Se negó a pagar, diciendo que no pagaría mi viaje personal. Cancelé el viaje y bajé a la mujer. Lo último que escuché de ella fue: “Tacaño”.

  • Un día, llevé a una mujer de edad avanzada. Sus nietos no la querían llevar al aeropuerto y llamaron a un Uber. Era evidente que para ella no era cómodo ir con una persona desconocida, por eso, durante 45 minutos, fuimos en silencio. Cuando llegamos, ella quería pagar, pero el viaje ya estaba pagado. Ella no podía comprender por qué yo no aceptada el pago y se puso triste porque no había querido tomar su dinero. A mí también me dio tristeza. Después me quedé pensando en si podré mantenerme al tanto con las tecnologías cuando sea mayor. © justsoyoknow / Reddit

  • Una clienta que perdió su llave me habló gritando. Más tarde, cuando la encontré, quedé de llevársela si pagaba el viaje según la tarifa. Cuando llegué, ella se negó a pagar, diciendo que una llave nueva costaba mucho menos que mis servicios. Pero sin saberlo, yo estaba en una posición ventajosa. Resultó que ella necesitaba la llave porque era la única que tenía.

Con algunos taxistas, te dan ganas de viajar todos los días

  • Anoche regresé a casa con un taxista que estaba bastante contento. Resultó que éramos vecinos y ese era su último viaje. Así que me preguntó si podía hacer una parada en la tienda, ya que tenía mucha hambre y no tenía comida en casa. Yo acepté y le dije que estaba completamente libre hasta la mañana. Al regresar, el taxista me entregó un burrito caliente. El viaje me salió en poco más de 3 USD y el burrito cuesta unos 6 USD. Por supuesto, le puse una calificación de 5 estrellas y un poco más de propina.

  • Una vez, mi mamá salió de la clínica con una pierna enyesada. Tenía que bajar desde un segundo piso y no había nadie para ayudarme. Salí y le conté todo a un taxista. Él simplemente cargó a mi mamá y la llevó hasta el carro. Y después nos llevó hasta la casa.

  • Iba de camino al hospital en un taxi. Ese día me iban a operar. El conductor era un hombre muy feliz y encendió su karaoke. Me pidió cantar y yo canté todo el camino. Estaba tan contenta que no quería bajarme. Al final, terminamos haciéndonos amigos.

  • Era domingo a las 8 p. m. Tuve que esperar mucho tiempo por un taxi, pero llegó un conductor amable. Nos pusimos a hablar, porque quedaba un largo camino por recorrer. La conversación fue interrumpida por una llamada de su esposa. Por el altavoz, escuché sobre su insatisfacción con el hecho de que su esposo pasara el fin de semana en el trabajo. Entonces, el conductor se detuvo a un costado de la carretera y se excusó durante un largo rato, asegurando que este era su último viaje. Luego, durante todo el camino, habló en broma sobre las dificultades de la vida familiar. Fue divertido, y por primera vez en mi vida, le dejé una propina a un taxista. © Sai Harsha / Quora

  • Una vez, a 18 km de mi casa, me sorprendió una lluvia intensa y prolongada. Yo iba en bicicleta y llevaba un perro pequeño en una mochila sobre mi espalda. Un conductor se detuvo y simplemente puso mi bicicleta sucia en su maletero. Nos subió a su carro a pesar de que estábamos empapados y enlodados. Bromeó todo el camino y ni una sola vez se quejó.

Y hay viajes que es poco probable que tengas ganas de repetir

  • Viajé a mi ciudad natal y tomé un taxi en el mostrador cerca de la salida del aeropuerto. En el camino, la conversación se centró en la empresa Uber. El conductor me dio un discurso sobre lo peligroso que es conducir con taxistas inexpertos e ignorantes, como si él fuera un profesional. La conversación fue interrumpida cuando chocamos con el auto que iba frente a nosotros. Y lo primero que hizo este conductor fue pedirme dinero.
  • Cuando tenía 12 años, mi abuela y yo llamamos un taxi a la casa. El conductor me permitió sentarme en el asiento delantero. Hacía calor afuera, así que pedí abrir la ventana, y también me lo permitió. El coche era viejo y, para bajar la ventana, había que girar la manija, de las cuales había dos. Cuando íbamos en movimiento y, además, en una curva, giré la manija equivocada y abrí la puerta. Milagrosamente, logré cerrarla y no caerme. El taxista se asustó y a mi abuela casi se le sale el corazón. Desde ese entonces, no he vuelto a girar manijas.
  • A mitad de camino, el conductor, sin decir nada, se detuvo en una tienda, puso el freno de mano y salió del carro. Me sorprendí, pero pensé que tal vez había pasado algo con el auto. Él simplemente entró a un edificio y regresó después de un par de minutos con una bolsa de panecillos, se subió al carro y seguimos nuestro camino como si nada hubiera pasado.
    Tal vez no fue nada grave, pero por lo menos me hubiera advertido.
stansmolin / Pikabu
  • Pedí un taxi y llegó un anciano. Fuimos en silencio casi la mitad del camino, y yo iba viendo mi teléfono. De pronto, el conductor me dijo: “¡Oh, vamos en sentido contrario!”. Después de eso, no volví a despegar los ojos del camino y le iba diciendo la ruta.

  • Después de una noche en el trabajo, llamé a un taxi, ya que no quería irme caminando hasta la parada. Era verano, así que me había vestido ligeramente, pero por la mañana, el termómetro marcaba 10 grados. El taxista me llamó y me dijo que estaría en el camino del tranvía, pero yo había pedido un taxi específicamente para no tener que caminar, y le pedí que llegara hasta el edificio. Al final, fue quejándose todo el camino. En ese momento, yo tenía 20 años y me sentí como un niño culpable. Me arrepiento de no haberle dado una mala calificación.

  • Eran cerca de las 6 a. m. y tenía que regresar a casa después de una noche de fiesta, entonces, tomé un taxi. A esas horas de la mañana, el taxista llevaba puestas unas gafas de sol y una camisa de varios colores. Por su acento, comprendí que era extranjero y, por cortesía, le pregunté cómo estaba en su idioma natal. Era lo único que sabía. Como respuesta, recibí una historia sin interrupciones durante casi 10 minutos. No entendí nada, pero no me atreví a interrumpirlo, solo asentía. Él comenzó a hacerme preguntas y tuve vergüenza de decirle que no hablaba su idioma después de tantas historias personales. A mitad del camino, tuve que decirle que habíamos llegado, me bajé y tuve que caminar los últimos 20 minutos. © Ashok Kumar / Quora

No solo los taxistas tienen algo qué contar

  • A principios de los años 2000, mis amigas y yo fuimos a festejar el Día Internacional de la Mujer. Paseamos un poco y entramos a una cafetería. De regreso, caminamos lo más cerca hasta casa. En la parada había un montón de gente, no había transporte, estábamos cansadas y congelándonos de frío. Como última instancia, le hicimos señales con la mano a una ambulancia que estaba pasando. Nos reímos, el conductor se detuvo y nos dijo: “¿Van a subir o van a seguir mirándome?”. Por unos centavos, nos llevó a todas a nuestras casas. Desde entonces, siempre recordamos esa historia.

  • Una vez, el conductor de un trolebús les dio un aventón a mis amigos. Eran las 3 a. m. y ellos regresaban de un restaurante. Para acceder al lugar adecuado, incluso tuvo que cambiar los cables de posición.

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