21 Personas cuyos pequeños olvidos dejaron divertidas anécdotas
Hay quien cree que las fallas de memoria se nos vienen encima hasta la vejez, pero la realidad es que la distracción y las prisas con las que vivimos día a día pueden provocar que, sin importar nuestra edad, se nos olviden algunas cosas pequeñas (como dónde dejamos el control de la tele) y no tan pequeñas (como cerrar la puerta de la casa o recoger al hijo de la escuela).
- Pasó hace muchos años. Mi exmarido es pescador. Capturó anguilas y las metimos en el congelador. Eran 5-7 unidades. Quisimos ir de vacaciones durante una semana al bosque. Todo lo que había en el refrigerador (excepto lo del congelador) lo sacamos y nos lo llevamos. Cargamos el coche y, antes de salir, yo corté la electricidad en toda la casa. ¿Por qué dejarla encendida si la nevera estaba vacía? Y del congelador... me olvidé por completo. Al pasar una semana, abrimos la puerta de casa y vimos que estaba repleta de serpientes. ¡Me llevé un buen susto! Pero luego entendí que las anguilas se habían descongelado y habían vuelto a la vida. Reímos como locos. © Marina Gandelman / Facebook
- Iba camino a casa en coche. Por el camino, pasé por el mercado cerca de casa, donde a menudo iba a pie. Hice las compras necesarias y regresé a casa. Olvidé el carro en el estacionamiento del mercado, solo lo recordé dos horas más tarde, cuando quise ir a la peluquería y no encontré mi auto en su estacionamiento habitual. Mi pobre angelito me esperaba cerca del mercado. © Elena Tsaregorodtseva / Facebook
- Mi marido se quedó con nuestro hijo para que yo pudiera ir de compras y desconectarme. Fui a otra ciudad, entré al centro comercial, subí a la tercera planta y de repente me di cuenta de que ¡mi hijo no estaba conmigo! Entré en pánico, recorrí todas la plantas gritando su nombre y buscándolo y solo al llegar a la planta baja recordé que se había quedado en casa. © Kenje Askaraly / Facebook
- Una mañana de domingo, yo estaba solita en casa, me desperté y me puse a tomar un café en la cocina. De repente, di media vuelta y me quedé helada: a mi lado estaba sentado un perro desconocido. Tuve la sensación de que participaba en una película de terror. Fue la voz de mi vecina la que me devolvió a la normalidad. Resultó que al regresar la noche anterior a casa, había olvidado cerrar la puerta de la entrada con llave y simplemente la dejé entreabierta. Mi vecina, por la mañana, sacó a su perro a pasear, se entretuvo con las llaves, y el can, mientras tanto, metió su hocico en el hueco de mi puerta y esta se abrió. Así fue como el perro vino de visita dándome un susto de muerte. © Oxana Rekalo / Facebook
- Fue a principios de los años 70. Mi mamá trabajaba en una fábrica donde acababa agotada. Mi hermana y yo íbamos a diferentes kínderes, pero en la misma zona. Mi mamá se dio cuenta de que yo no estaba en casa solo cuando ya estaba durmiendo a mi hermana. Atravesó media ciudad para llegar al kínder, pero allí ya no había nadie. El vigilante le comentó que una ayudante me había llevado a su casa y le dio su número de teléfono. Al final, decidieron que me madre volvería a casa y la ayudante me llevaría al kínder a la mañana siguiente. © Lun Os / Facebook
- Un día, fuimos de visita a casa de mi padre. Desde el elevador se percibía el olor exquisito a barbacoa. Entramos en el departamento y entendimos de dónde provenía. Le dije: “Papá, ¿preparaste carne a la barbacoa?”. Y mi papá suspiró: “Pues no, quería hacer una sopa, pero salió ’barbacoa’”. En fin, mi papá puso la carne a cocer para el caldo y se quedó dormido. Se despertó gracias a los aromas de la “barbacoa”. El agua se evaporó por completo, pero debo reconocer que, en el fondo de la olla, la carne se asó bastante bien. © Viktoria Olenina / Facebook
- Era el primero año que mi esposo y yo vivíamos juntos. Un día, mis suegros y mi cuñada nos visitaron. Comimos, charlamos y llegó la hora de tomar el té. Le pedimos a la hermana de mi esposo, una joven adulta, que calentara el agua. Puso el calentador de agua. Seguimos charlando y, de repente, percibimos un olor químico muy desagradable. No, el agua no se había evaporado, simplemente había puesto la tetera eléctrica sobre la hornilla de vitrocerámica calentándose al [nivel] 9. Cómo tuve que quitar el plástico derretido es una historia aparte. © Alla Kalinina / Facebook
- Decidí cambiar a una tetera eléctrica esta semana, lo cual recordé cuando estalló en llamas sobre la estufa de gas. © notsewfast_ / Reddit
- Por la mañana, salí al trabajo, llevándome la bolsa de basura para tirarla por el camino... Traje la basura a la oficina. © Lydmila Uçak / Facebook
- En nuestro kínder, unos padres se olvidaron de recoger a su hijo. La maestra los llamó y resultó que ambos estaban en el restaurante para cenar tras el trabajo, tal y como habían acordado por la mañana. Además, cada uno estaba convencido de que el otro había recogido a su hijo y el pequeño, simplemente, estaba en la zona infantil. Por eso no se preguntaron mutuamente dónde estaba el niño. © Eila Sipponen / Facebook
- Una vez llegué al trabajo con el control remoto del televisor en la mano. Antes de salir de casa, apagué la tele, agarré mi bolso y me fui. Atravesé media ciudad con él en la mano sin generar ni la más mínima sospecha. © Yulia Yulia / Facebook
- Quise poner la lavadora. Metí la ropa en el tambor, añadí el detergente y la cerré. Esta tenía que terminar de lavarse muy de noche y le pedí a mi esposo que luego tendiera la ropa. A la mañana siguiente, quise checar si ya se había secado algo. Vi que todo estaba seco, pero se veía raro. Entonces me di cuenta de que se me había olvidado encender la lavadora... Pero mi esposo no falló: lo tendió todo cuidadosamente. © Avital Levi / Facebook
- En otoño, metí en un armario del balcón dos calabacines enormes. Y me acordé de ellos en primavera. Aterrorizada, pensé en cómo tendría que llevar al contenedor de basura toda esa masa podrida. Pero resultó que se habían resecado por dentro completamente. Estaban del todo vacíos, como si fueran de decoración. © Olga Vasilevskaya / Facebook
- En una ocasión, compré unos membrillos muy aromáticos, quería preparar una mermelada. Los coloqué en una caja en el balcón y los olvidé por completo. En primavera, me puse a buscar macetas para flores y, preparando el balcón para una nueva temporada, encontré los membrillos. Pensé que se habían echado a perder, pero todo lo contrario, estaban aún más ricos. Finalmente, decidí hacer la mermelada. Cuando una amiga me llamó para preguntarme qué hacía, le contesté: “Haciendo mermelada. Sí, a mediados de abril”. © Kate Fedorova / Facebook
- Un día, fuimos a pasear al centro de la ciudad. Metí mi cartera con todo su contenido (pasaporte, tarjetas, unos 450 USD que me había regalado mi mamá) en un bolsillo lateral antirrobo de la carriola, por si acaso. Y me olvidé de eso por completo. Cuando no la encontré en mi bolso, pensé que me la habían robado. Puse una denuncia en la policía. Mi madre estaba muy preocupada por su regalo. Yo tuve que pedir de nuevo todas mis tarjetas bancarias y el pasaporte. Pasaron dos años, mi bebé creció y decidí vender la carriola. Antes de eso, lavé todos los colchoncitos y mantas y revisé todos los bolsillos. ¡Y allí resucitó mi cartera! Una sensación increíble. © Olga Aksyonova / Facebook
- Llegamos de visita a casa de mi madre. Y allí olía fuerte a plástico quemado. En la cocina, sobre la bandeja del horno, estaba algo blanco con piezas de metal por todas partes. Nos quedamos sin palabras, y mi mamá nos explicó: “Puse a calentar el horno sin haber sacado los ralladores”. © Ekaterina Çakıroğlu / Facebook
- Mis vecinos se fueron de vacaciones a otra ciudad. Un par de horas después de su marcha, llamó a nuestra puerta su hijo de cinco años y nos pidió llamar a su madre para decirle que aún estaba en casa. Menos mal que no les había dado tiempo de llegar al aeropuerto, si no, se habría convertido en un nuevo Kevin McCallister. Son cosas que pasan. Seis hijos varones, la familia iba tarde, con prisas, todos corriendo, gritando, movimientos descontrolados, se fueron y este pequeño estaba con el teléfono en el baño. Lo dejaron sin querer. © Julia Troians / Facebook
- Una amiga se fue a un viaje de negocios dejando a su esposo con su pequeña hija. A la mañana siguiente, el padre, con mucho esfuerzo, consiguió levantar y vestir a la niña. Eso fue a finales de noviembre en una zona con bastante frío. En fin, iban corriendo al kínder y la niña dijo: “Papá, papá...”. A la tercera vez, colocó a la niña sobre un banco: “¿Qué ocurre, hija?”. “Papá, papá, olvidaste ponerme las botas”. Historias de la vida misma. © Veronika Levkovski / Facebook
- Una vez, perdí el control remoto y tuve que comprarme otro. Varios meses después, lo encontré en el congelador. Me alegré pensando que ahora tendría dos controles del televisor. Pero que va: pronto perdí el segundo. © Svetlana Kozlova / Facebook
- Yo llevo más de un año sin encontrar mi iPhone 6. Lo escondí de mi hijo, pero no recuerdo dónde. Supongo que lo metí entre un montón de papeles y lo reciclé. © Liaysan Nafieva / Facebook
- Una vez, llegué al trabajo sin falda, en invierno. Tenía entonces unos 23-24 años. Trabajaba de maestra y mis estudiantes pensaron que tenía puestos unos leggings. Me di cuenta solo después de acabar la primera clase. © Sholpan Musina / Facebook
¿Qué historias similares te han pasado debido a pequeños olvidos?
Imagen de portada Oxana Rekalo / Facebook
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