17 Experiencias incómodas de viajar en un transporte público lleno
¿Quién no ha tenido que lidiar con el transporte público lleno alguna vez en su vida cotidiana? ¡Es una gran pesadilla! Pero lo peor es cuando se libera un asiento, porque ahí sí se arma una verdadera batalla campal para ver quién lo agarra. Algunos lectores contaron sus experiencias con el transporte público lleno y nosotras las tenemos todas aquí para que te identifiques con ellas. No olvides que al final te espera un bono muy divertido.
🚌Un día, subí al autobús con mi hijo, quien tiene discapacidad. El vehículo estaba lleno, pero como sabía que había asientos reservados para personas con necesidades especiales, no me preocupé. Encontré uno ocupado por una señora mayor y una chica joven. Le pedí a la joven que cediera su asiento a mi hijo, pero ella dijo que estaba cansada y le dolían las rodillas, por lo que no podía levantarse. Insistí en que mi hijo tenía prioridad, ya que necesitaba estabilidad. Después de discutir un poco, una persona que estaba sentada detrás se levantó y le cedió el asiento a mi hijo. Creo que la gente debería ser más empática y respetar los asientos reservados para quienes realmente los necesitan. © Corelia Zaira Ramos Silva / Facebook
🚌Una vez, me senté en el autobús junto a la ventana. Después de un tiempo, un joven con una mochila se sentó a mi lado. De repente, sentí agua en mi pierna, proveniente del bolsillo externo de su mochila. Me di cuenta de que llevaba una botella de agua sin tapa que había olvidado cerrar. Lo desperté de un grito y me pidió disculpas. Me sequé con papel tisú. Más tarde, el joven se durmió de nuevo y su cabeza casi llegó a mi hombro. Lo sacudí y se puso de pie asustado. Le dije: “¿Qué te sucede? Primero me bañas con agua fría y ahora te acuestas en mi hombro?”. © Ana Maria Shelling Valdez / Facebook
🚌 Cuando salí de mis estudios, abordé un autobús donde había dos asientos vacíos. Mientras me dirigía a uno de ellos, una señora con su hija intentó sentarse en el mismo lugar al mismo tiempo que yo, colocando su bolso sobre el asiento para reservarlo. Accidentalmente, me senté sobre su bolso, lo que provocó que la señora se enojara y me gritara delante de todos los pasajeros. A pesar de que me limité a decirle que era menor de edad, la mujer continuó siendo muy grosera conmigo. Si hubiéramos estado en la actualidad, habría optado por permanecer en el asiento y enfrentarla. © Álison CC / Facebook
🚌 Mientras iba en el metro, un hombre estaba de pie debajo del ventilador con una camiseta sin mangas y un olor a axilas bastante desagradable se expandía por todo el vagón. Desesperada, le grité: “¡Baja los brazos!”. Luego me arrepentí porque el hombre se acercó con una actitud agresiva, así que me levanté por si acaso. Pero, por suerte, una voz fuerte y varonil me apoyó y otros pasajeros también estuvieron de acuerdo. El hombre, avergonzado, se bajó en la siguiente parada. © Wendy Vaca / Facebook
🚌Una vez, hace mucho tiempo, salí agotada de una larga jornada en el hospital donde trabajaba. Después de un turno de al menos 12 horas en el área de partos, me subí al autobús para ir a casa. Debido a mi pequeña estatura y agotamiento, no pude evitar sentarme en el suelo del autobús mientras comía un pan debido a que no había tenido tiempo de comer antes. Sin embargo, un hombre comenzó a insultarme y golpear el techo del autobús porque le molestaba como iba sentada. Si hubiera sabido lo que había pasado en mi turno, quizás no habría reaccionado tan grosero. © Violet Manzi / Facebook
🚌 Hace unos 10 años en el metro, un joven cedió su asiento a una señora mayor y ella le habló a su nieto de secundaria que llevaba uniforme escolar. El chico la levantó y se sentó. Yo le sonreí, pero ella se enojó. Sin embargo, le fui aventando la mochila hasta que se bajó. También, otra vez en un vagón lleno de gente, una anciana con tacones altos pidió un asiento, pero nadie se lo ofreció, incluyéndome a mí, pensando que si llevaba tacones, podría permanecer de pie. © Leticia Díaz / Facebook
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🚌 Una vez, abordé un minibús con una blusa suelta puesta. Un joven se levantó y me dijo amablemente: “Siéntese, señora”. Me dio vergüenza porque pensó que estaba embarazada, pero solo era mi barriga. Me senté no para aprovecharme, sino porque si no lo hacía, el joven podría avergonzarse en el futuro y no ofrecer el asiento a alguien más. © Jhovi BarCa / Facebook
🚌 Una vez llevaba unas muletas para un sobrino y, aunque solo iba a ser un viaje corto de dos paradas en autobús, un señor hizo parar a alguien para que me cediera su asiento. A pesar de que traté de rechazar el ofrecimiento porque pronto iba a bajar, los demás pasajeros me convencieron de sentarme. Durante todo el trayecto, no pude evitar preguntarme qué iba a hacer cuando bajara y si tendría que correr con las muletas bajo el brazo y hacerlos reír. ¡Jajaja! No pude bajarme despacio. Además, yo les había dicho que no quería el asiento, pero insistieron en que me sentara. © Carmen Saldaña Laredo / Facebook
🚌Una vez le cedí mi asiento a una señora embarazada en el transporte público, pero ella lo dio a su hijo adolescente en lugar de sentarse ella misma. Como persona mayor con problemas de artritis, le pregunté si ella se sentaría, a lo que ella respondió que se lo dio a su hijo. Entonces le dije: “Pues, lo siento mucho, pero yo le cedí el asiento porque usted está embarazada. Muchachito, párate y devuélveme el asiento, yo ya soy una vieja de 70 años y tú eres joven y fuerte”. Afortunadamente, se levantó y pude sentarme. © Rosahelia Macias / Facebook
🚌 Una vez, mientras estaba en la universidad, tomé un autobús para llegar a mi apartamento. Mientras estaba sentada, me di cuenta de que la persona a mi lado tenía un lagarto en su falda. Como les tengo miedo, me asusté mucho y me levanté rápidamente. A pesar de que han pasado 43 años, nunca olvidaré ese momento. © Wanda Gonzalez-Mora / Facebook
🚌 En un tren, una mujer pidió a una joven con uniforme (de seguridad o de limpieza, de esos mamelucos, de cuerpo completo) que le cediera su asiento “reservado”, pero no exigió lo mismo a la chica bien arreglada que estaba a su lado. Ante la negativa de la joven, la mujer comenzó a gritarle, pero la joven le recordó: “Mire, señora, disculpe, pero usted no es ni anciana ni mayor ni está embarazada y este no es un asiento reservado. Encima, me lo pide de mala manera, así que no se lo doy. Quizás la chica a mi lado le ceda su asiento”. La mujer respondió que la chica a su lado no le daría el asiento y la joven de uniforme respondió: “Entonces, si ’ella’ no le puede dar el asiento, yo tampoco”. La respuesta de la joven fue considerada sublime por el narrador, quien piensa que es mejor pedir las cosas con respeto y de buena manera. © Lux Cœur / Facebook
🚌 Una vez, en un autobús lleno rumbo a Veracruz, mi hermano, sobrino y yo compartíamos un asiento. Al ver a una señora de pie, mi hermano sugirió: “Hagámosle espacio para que pueda sentarse”. La señora se sentó, pero luego su esposo se sentó en sus piernas y se fue acomodando hasta que nosotros nos quedamos parados, mientras ellos se sentaban cómodamente y se distraían, dormían o besaban. © Sthela Hernàndez Bravo / Facebook
🚌 Una vez en el metro, ofrecí mi asiento a una señora mayor y bien vestida. Aunque ella inicialmente rechazó mi oferta. Le insistí que se sentara, pero ella no quería. Hasta que decidió hacerlo, me hizo señas para que acercara mi oído y me dijo: “¡Es que subí a cantar!”. ¡Qué vergüenza la mía!
Me dejé llevar por las apariencias, pues la señora se veía muy bien. No parecía que hubiera subido al autobús a cantar. Me sentí muy apenada. Y me dijo: “No te preocupes” y se bajó en la siguiente estación. En otra ocasión, la encontré cantando en otro vagón. Por cierto, tenía linda voz y cantaba canciones españolas. © Silvia Sanchez Zapata / Facebook
Bono: historias embarazosas en autobuses
- Una vez iba en un autobús y de repente frenó mientras varios de nosotros estábamos en el pasillo listos para bajarnos. Todos caímos hacia delante, unos encima de otros como piezas de dominó. La chica delante de mí se fue encima de un hombre que estaba frente a ella, y tenía la cara llena de maquillaje. Dejó la marca de su cara en su playera blanca con una mezcla de rímel, bronceador y labial rojo. Se fue sin decirle nada. © MajorMaraschino / Reddit
- Mientras estaba en un autobús de regreso del aeropuerto después de unas vacaciones, alguien estaba usando el baño en la parte trasera del autobús cuando el conductor frenó de repente. Como resultado, el hombre salió volando del baño y aterrizó en medio del autobús con los pantalones abajo y una expresión confusa en su rostro. Me dio mucha risa, aunque me sentí mal por el pobre hombre. Todavía me río de esa situación hoy en día. © JuraFour / Reddit
- Un día me subí a un autobús lleno temprano por la mañana y me senté junto al conductor. De repente, alguien gritó: “¡Date prisa, que llego tarde al trabajo!”. El conductor sacó unas gafas de sol, encendió la canción “Highway to Hell” y aceleró. En una parada, el pasajero que llegaba tarde le dio dinero al conductor y dijo: “Mañana llegaré tarde de nuevo, trae más buena música”. © Habitación № 6 / VK
- Una vez me pasó algo muy incómodo en el autobús. Estaba sentada y de repente empecé a tener la regla, así que me quedé quieta, sin saber qué hacer. En ese momento, una pareja subió al autobús. La chica estaba embarazada, pero yo estaba sentada en la tercera fila, no en un asiento reservado. Entonces, la chica me puso su barriga en la cara y el chico me dijo: “¿No ves que está embarazada? Dale el asiento”. Yo no sabía qué hacer, todos me miraban y una señora mayor a mi lado comenzó a regañarme. Me paré y bajé del autobús. Como pude regresé a mi casa en taxi. Me sentí muy avergonzada y no sé cómo habrá quedado el asiento. © Grace Aguilar / Facebook
- Una noche estaba viajando a casa en autobús. Quedamos atrapados en un atasco de tráfico, había mucha gente, así que tuve que viajar de pie. ¡Estaba tan aburrida! De repente me di cuenta de que un hombre con una cara muy severa me miraba directamente a los ojos. Sin nada que hacer, también comencé a perforarlo con mi mirada. Dejó de hacerlo por un rato, pero luego volvió a fijar su mirada en mí. Yo tampoco me daba por vencida. Simplemente nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro. Esto continuó hasta que llegamos a mi parada. Mientras me bajaba del autobús, escuché: “Eres buena. ¡Espero que podamos repetirlo algún día!”. © Habitación № 6 / VK